22 agosto, 2007

Negocio de niños

Cuando logras expresar lo verdadero con sencillez, has alcanzado sinceridad.

Pedro y Federico. Pequeños amiguitos, compañeros de jardín y que viven solo a un par de cuadras de distancia. Como todo niño, el juego es el oficio de sus vidas. Jugaban Pedro y Federico junto a otros niños una mañana. El abuelo de Pedro aquel día andaba de visita en casa; sentado en la mesa de la cocina, leia el diario junto a su taza de té cuando entra Pedro corriendo y le interrumpe:
-"Abuelo! -y a quemarropa le pregunta- tu cuantos años tienes?"
El abuelo deja de mirar el diario y mirándole le responde:
-"qué edad tengo?, tengo treinta" -con tono serio juguetón.
-"naaa!, tu no tienes treinta, tu tienes más porque tienes muchas arrugas" -replica Pedro.
-"bueno -responde el abuelo- tengo 45 entonces" y continua leyendo.
-"nooo, tampoco tienes 45, tu tienes más!" -continuó Pedro volviéndo a preguntar.
-"abuelo, cuantos años tienes?"
-"anda a jugar, que te estan esperando" -dijo el abuelo, en calidad de reto suave.
Pedro no quedó satisfecho, subió corriendo las escaleras hasta encontrar a la abuela, que andaba dando vueltas ordenando la ropa de sus nietos.
-"Abuela, cuantos años tiene el abuelo?" -a secas preguntó.
-"Le has preguntado a él?" -respondió la abuela.
-"si, pero no me quiere responder" -dijo Pedro con lucidez.
La abuela, moviéndose de un lado a otro, y a la cola su nieto, se acerca a la escalera mirando al suelo del 1er piso y le grita al abuelo:
-"contéstale por favor, mira que no se quedará tranquilo hasta que le digas" -con tono de condescendiente abuela.
-"yaaa" -respondió lento y pausado el abuelo, sin ninguna otra intención, más que seguir leyendo su diario.
-"abuelo, cuanto años tienes?" -apareció de nuevo Pedrito.
-"y dale! -levantando su mano y cara al cielo- este chico no se cansa! -respondió cansado y asombrado- que tengo sesenta y nueve! esta bien? s-e-s-e-n-t-a y n-u-e-v-e!!!"
Pedro lo mira durante unos largos segundos y sale corriendo de casa, dejando el silencio, que todo niño llena en su casa cuando ya no esta.
-"estos chicos! -le comentó a la abuela hacia el 2do piso- caray!, no se qué les da a estos chicos!" -reclamaba con indolencia el abuelo.


En casa, por un buen rato, no se sintieron más aquellos correteados pasos. Ya era mediodía y el preludio del almuerzo se hacía presente.


El abuelo, con cierta inquietud por las preguntas de Pedro, se acerca a su hija y le dice:
-"déjame que lleve al niño al jardín"
-"bueno papá, pero tienes que pasar a buscar a Federico"
-"Federico? quién es ése?" -con tono gruñón.
-"es el amiguito del jardín, que vive a unas 5 cuadras de aquí" -respondió la hija.
-"bueno, esta bien, dime dónde es y yo lo paso a buscar" -concluyó con una dulce pachorra de abuelo.


Se vino el almuerzo, el ajetreo de ordenar al niño con sus cosas; zapatillas abrochadas, delantal abotonado, colación, nota a la tía del jardín, indicaciones al abuelo de la casa de Federico, echar a andar el auto, agarrar al perro para que no arranque, etc, etc...se fueron.


El abuelo manejaba, Pedro y Federico iban sentados atrás; cada uno afirmado en el apoya-cabeza de los asientos delanteros, asomados hacia delante, mirando cada detalle que traía a sus ojos el camino. En eso estaban, cuando Pedro, que iba sentado atrás del abuelo, suelta su mano derecha del apoya-cabeza y comienza a darle unas lentas palmadas a la cabeza del abuelo, cual tambor, y mirando a Federico dice:
-"Este -sin dejar de palmotear la cabeza del abuelo- tiene sesenta y nueve" -con voz de todo un razonante y sereno pensador.
-"Guau! -sorprendido y absorto en una conversación que no existía el abuelo, Federico responde- o sea, le queda un solo año de vida!"

Sinceros y honestos, como niños, hasta en las más crueles verdades. Que el amor nos temple y traiga lisura a nuestras palabras...






"En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" Mateo 18:3